De la vida cotidiana en las primeras ciudades de la historia de la humanidad tenemos una información bastante escasa. Pero una de las cosas que sí sabemos es que en Ur, la que es considerada como la primera urbe de nuestra especie, los humanos se entretenían jugando a juegos de mesa. Y si el “Juego Real de Ur” era bueno para entretener a los mesopotámicos del 2600 antes de Cristo, lo mismo puede decirse respecto a sus descendientes más modernos.
Han cambiado muchas cosas desde entonces, pero no el funcionamiento del cerebro humano. Y el juego ha sido siempre un elemento clave en su desarrollo. El pensar estrategias, intentar descifrar la jugada de tu oponente o el afrontar dilemas que te hagan plantearte tus propias prioridades y prejuicios son algunos de los estímulos que los juegos de mesa aportan a todos sus jugadores.
Para muchos, uno de los primeros contactos con la idea de la memorización consciente se produjo durante un juego encima de una mesa; igual que el primer contacto con el dinero o incluso con la propia idea de la competitividad dentro de un ambiente de crispación (¡casi siempre!) limitada. Para los padres y las madres, también es una forma divertida de medir tanto las aptitudes de sus hijos como los aspectos a mejorar. Esto incluye la reacción ante la sensación de victoria o derrota. Además, si se convierte en una actividad continuada, se puede observar la evolución en la forma de jugar y pensar de los jóvenes jugadores. Por no hablar del estrechamiento de vínculos familiares, que no es precisamente algo fácil de conseguir hoy en día.
Pero la agudeza mental que traen en su interior los juegos de mesa no es, evidentemente, algo que solo beneficie a las mentes en estado de formación. La inmersión en un juego es una forma ideal de desconexión de los dolores de cabeza del trabajo y de la rutina. También es una excelente gimnasia mental, que nos permite ejercitar partes de nuestro cerebro que no ponemos en funcionamiento de forma cotidiana.
Y como bonus, ¡no está mal recordar que estamos siguiendo una tradición que tiene más de 4.500 años!
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Foto de Suzy Hazelwood (Pexels)